Sobrevivir no es fácil. Pasa el tiempo y no llegan novedades para Obdulio Barreras que, de todas formas, abusa de su libertad ambulatoria caminando sin cesar por la ciudad. Cuando por fin el abogado De la Fuente lo llama para encargarle una pequeña misión, Barreras trata de ahuyentar el fastidio. Se trata de cobrar unos alquileres atrasados, ¿se puede caer más bajo? Sí, claro que se puede.

Las cosas definitivamente se complican cuando Barreras encuentra asesinado al veterano inquilino. ¿Quién pudo matar a un viejo jubilado que malvive solo en un minúsculo apartamento? ¿Se trata de un robo? ¿O son viejas cuentas? Barreras intentará averiguarlo gastando las calles de la Aguada.

Pero ese caso no es el único que lo ocupa. La vida también escribe la columna de las pérdidas y Barreras tendrá que enfrentarlas, mientras intenta salir a flote. Siempre buscando respuestas, algunas parecen venir de los lienzos que su amigo Héctor Juan pinta, obsesivo y metódico, en el fondo de la casona que ocupa como un fantasma. Algo se esconde allí: ¿la explicación del crimen? ¿O acaso de sus fracasos? Quién sabe, todo es posible.